lunes, 27 de marzo de 2017

Dulce

El tiempo no había preparado las heridas,
el tiempo no había cerrado el corazón.

















Las ganas vienen con la ausencia y el dolor.
Las ganas vienen con los recuerdos arrastrados. 
Las ganas vienen con miedos, con llantos y con más ganas.
Y yo, absorta en mi mundo no optaba por las ganas 
no existían para escritos, ni para pensarte.

Las ganas me faltaban, las ganas de querer, de tocar
de conocer y hablar.
Ganas que vienen nuevas, ilusión que se rompe rápido
es vida breve, es sentimiento vivo.

Las ganas te iluminan los días
y parece que el amor no estaba tan muerto...
Y vuelvo a creer con pequeños detalles
y vuelvo a ser aquella niña de quince años.

Las ganas engañan, la ilusión también.
Vienen y van, te suben y te bajan.
Las ganas vuelven a dejarte en el limbo, 
la duda y la presión del no saber, del esperar,
del suponer.
Me hiela la piel y se me dilatan las pupilas
las palabras podrían ser el poder más grande
y mis manos el mayor de tus refugios.
Las ganas de contener, del querer, 
de la mirada complice y los abrazos rotos.
Las ganas se van y vienen.


Las mías han vuelto durante un segundo
en el que me he sentido más viva que nunca.

Y ya se han ido.



Así son las ganas, las corazas y el sentimiento efímero más común.
Hablo de ganas, algo simple,  porque el romanticismo sigue en la mayor de las decadencias.

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