lunes, 12 de julio de 2021

Es hora, es tiempo




Comprendo mis ciclos... 

Sigo descodificando mi alma. 

Mis razones y mis pasos. 

Arraigo en mí la experiencia y el dolor, 

el aprendizaje y el aroma. 

No permitiré más juicios. 

No cargaré en mis hombros 

con demonios que no me pertenecen.

Por mucho que los ame. 


Conozco mis fronteras

aunque tú creas que no hay líneas. 


No pretendo ser mano de cuna 

ni llanto vacío y solitario en la noche. 

No quiero ser ausencia, ni dolor, ni frío.

La vida es mucho más que todo eso.

Por muy extraño que pueda parecer...


Se calma el latir y la incertidumbre con arte, 

se calma el pulso y la sed con melodías, 

todo aquello que nutre el alma, 

todo aquello que me construye desde que tengo conciencia. 

Me falta arrancar la voz y pisar bien fuerte, 

sé de mis carencias 

y sé de mis espadas.

Soluciones con teoría muy amable

una práctica muchas veces imposible. 

Canto al viento bien fuerte 

para que acoja la danza. 

Escribo y describo 

para no dejar dormir el alma,

para sanar y recomponer.

Una sanación completa entre el arte 

el amor, salitre y luz.


Buscaré el camino, 

encontraré el sendero. 

Llevo años queriendo llegar a esa cascada

y simplemente observar y respirar 

para no dejar de sentirme viva. 

Para no dejar de extender las alas. 



miércoles, 16 de junio de 2021

Con otro color y olor a jardín

 





Besos con prisas de ganas 

de nervio y de piel. 

Besos deprisa sin prisa 

y con pausas que hablan. 

No quieres salir de mi cabeza, 

has plantado bandera y has creado un país. 

Colonizas cada uno de los rincones 

que vas descubriendo. 

Vas marcando cada uno de mis lunares.

No sé que planeas quedándote ahí dentro...

Solo espero que riegues bien el jardín,

que todo siga creciendo 

y que sigan naciendo esos besos. 

Me abrazas y me estremezco. 

Es algo más allá de lo racional,

será tu bandera, 

será tu olor, 

serán esos ojos. 

Se me pierde el sentido

pero encuentro todas las ganas

de seguir dibujando un horizonte  

con más y más colores, 

con más y más flores, 

con más y más de ti. 



jueves, 27 de mayo de 2021

De juicios y justicia.

 




No sé si existe aquello a lo que llamamos karma, 

tampoco entiendo de justicias divinas... 

Se que mi juicio está hecho y publicado,

se que mi condena fue leída en voz alta y tatuada en mi piel. 

Conozco mi oscuridad y la abrazo. 

Desconocía los hablares y me sorprendo. 

La vida pausada y desmedida 

en orgullo y dolor. 

Deja el juicio, deja mis cadenas y abandona mis pasos. 

No tienes lugar aquí. 

No busco juicios ni karma. 

No busco nada más que aprender 

y no dejar de hacerlo.

Si algo tiene que llegar, 

llegará. 

Y no estaré ahí para verlo, ni existirá 

en mí tal interés. 

Mis puntos cardinales se encuentran muy lejos de todo aquello. 

Todo aprendido dosificado y casi olvidado. 

No puedes matar lo que no ha nacido. 

No puedes influir en una realidad 

en la que no hay lugar para ti. 

Este puede ser mi mayor exorcismo. 

Mi peor condena. 


La latitud nunca será eterna, 

prometo que tus pasos nunca llegarán a alcanzarme. 



Hoy ha sido la primera y la última vez que mi pulso te habla. 


miércoles, 15 de julio de 2020

Oscuro





Permíteme borrar esa sonrisa.
Mira tu sombra...
Más larga de lo que debería ser.
Unas experiencias fallidas 
y unos cuantos puños cerrados
viajas dañando lo que ves 
y lo que no, lo intentas.

Déjame facilitarte el viaje, 
deja lo que te compone y renuévate.
Eres aquella fruta que pudre todas las demás
sin hacer nada más que existir.

Contaminas al respirar cerca de mi.
Desesperado en el intento de dejar huella
de sobrepasar todo lo que ves y conoces.

Una moralidad dudosa
 atada a una madurez ausente.
Repulsiva mezcla de especial y amargo sabor. 




[Borrador de 2014]

lunes, 6 de julio de 2020

Las cenizas





 Oriol Angrill Jordà 


Vivo desde hace ya muchos amaneceres 
con la idea de que ya no existen sensaciones mayores, 
ni sentimientos más intensos de los que ya he vivido.
Siento con gran convicción que ya nada puede sorprenderme...
Ni en el buen ni en el mal sentido.
Recreo en mi cabeza ciertos momentos y sensaciones, la raíz.
El sentimiento.
Pero no llego a una conclusión ni una respuesta.
Y ese sentimiento me asusta y a la vez me da paz.

Quizás ya experimenté la cúspide de mi felicidad
y de mi mayor y verdadera forma de entregar amor.

Quizás ya no volveré a esa intensidad,
toda experiencia te cambia y transforma.
Cada una de las vivencias deja algún tipo de huella.
Yo me conformo con sentir paz y disfrutar
de lo simple, pequeñas fracciones de felicidad.

No aspiro ya a grandes historias de amor
llenas de pasión, magia y fuegos artificiales.
No aspiro a amistades interminables, que
cuando ya se está lleno de arrugas comentas
y recuerdas las andadas de la adolescencia...

No aspiro a confiar y despedazar el alma
para que luego se deseche como un chicle
cuando se le va el sabor, te cansas y lo tiras.
Muchos guiones me representan
comentan sensaciones, sentimientos.
Momentos de la vida que te hacen ver 
las cosas desde un prisma diferente.

No sé si cada vez que conecto conmigo misma,
desconecto con el resto del mundo.
No sé si pertenezco a ciertos comportamientos
tan comunes y presentes hoy en día.
Las banalidades cada vez me aburren más.
Desgarra tu alma y enséñame lo que quizás nadie
quiere ver y podrás entrar en mi mundo.
No quiero superficialidad ni perdida de tiempo.
No busco la aprobación ni el odio, busco la verdad,
respirar hondo y poder sentir la paz.

Las expectativas muchas veces son nuestro
perfecto antagonista.
Nos pueden destruir con la misma rapidez
que aparecen en nuestra cabeza.

lunes, 15 de junio de 2020

D




Aquí me encuentro intentando comprender la poesía, 
como si no la conociese, como si no la hubiese 
experimentado con anterioridad. 

Aquí me encuentro intentando formar metáforas
 y versos que puedan tener la capacidad de describir todo aquello 
que recorre mi cuerpo cuando mis ojos te ven. 

Vuelvo a retomar el origen y la inocencia. 
Neruda y Sastre me ayudan a poner palabras 
a todo lo que me condiciona cuando estoy cerca de ti. 
Quizás es tan extraña la sensación de vida en mis extremidades 
que no consigo con gran éxito reflejarte en mis líneas. 

Impredecible, fresco, constante, 
inspirador, cálido y tierno. 

Eres sin querer la respuesta a muchas de mis preguntas. 

Hasta hace unos días no sabía poner palabras ni definir 
lo que ocurría en mi cuerpo cada vez que estabas cerca. 
Yo pensando que no quería eternidad ni caricias, ni compromiso 
ni miradas, ni piel, ni responsabilidad. 

Y tu me mirabas desde lejos, con una sonrisa a medias. 
Tirando abajo cada uno de los muros que construí 
sin quererlo y sin saber que lo hacías. 

Tu mirada me busca y me protege
y yo no quería encontrarme con ella, 
no hacía más que huir. 
Mientras tú no hacías más que encontrarme...
Y sin más preámbulo mis ojos se ataron a los tuyos. 
A tus pecas y tus labios. 

Has sido una constante variable en mis días.
Un amor inocente que no ha dejado de encontrarse. 
No hemos tenido y quizás no habrá oportunidad. 
Quizás tendré que conformarme con vivirte en sueños. 
Con imaginarte como tantas veces he hecho. 

Casi he llegado a saborear tus labios, 
casi me he atrevido a coger tu mano. 

Cruel y soberana coincidencia... 
El tiempo corre y mis ganas no desaparecen. 

Nada es tan difícil como aprender a aceptar 
lo que tu corazón demanda. 

Y yo no hago más que esperar(te).
Sin que lo sepas. Sin decirlo en voz alta. 
Porque a veces, todo lo que no se dice gana mucha importancia. 
Porque a veces no hace falta decir, sino sentir.
Porque sabes que mis labios te buscan... 

Y yo se que mi piel tendrá que seguir a la espera 
que tu mundo está girando a otra velocidad 
y que no tengo lugar entre tantas expectativas. 

Y aún así sigo sintiendo esa espina, 
esa espera y esas ganas entre tu y yo. 

jueves, 23 de abril de 2020

Mis tres guerras.


Ilustración: Fajar Domingo

Y aquí sigo, remontándome a siglos, uniendo trazos y trozos.
Historiadora de mis días y de cada una de mis guerras. 
Aún no he ganado, me sigue pesando el escudo. 

La primera guerra fue la más dura, la más larga, y con gran huella. 
Como si de un ataque nuclear se tratase. 
Fue la de mayor aprendizaje.
Palpito en el corazón que paraba todo tipo de abismo. 
Hechiceros bloquearon mis amarres, y mis escudos. 
Dejó muchas cicatrices, las más difíciles de llevar...
Las más profundas. 
Aún cuento historias de cada una de las marcas, como un viejo 
marinero que no deja de recordar su mar. 
La música sigue curando llagas de aquellos años. 

La segunda de mis guerras, fue más fugaz e inesperada. 
Bombas en mi tejado, humo y confusión. 
Me llegó en medio de un parque, bajo cartones y sin espada ni escudo. 
Ni balas, ni metralla olvidada. 
Solo unos ojos parados, unos labios humedecidos, un dictador...
Y un corazón más roto que vibrante. 
Me dejó en el mar. 
A la deriva y sin rumbo fijo. 
Pensé que nunca vencería, pensé que desaparecía. 

Pasé mucho tiempo en mis trincheras. 
Observando el mundo, entendiendo mis tragedias y estrategias. 
Curando heridas...Menos que en la anterior, pero quizás más profundas. 
Fue la fase más oscura de mi reinado. 
Guerra hostil, bruta, demencial y oscura. 
Mi ciudad descompuesta iluminaba 
cada uno de mis logros y derrotas. 
Reinventé mis calles, mis pasillos y mis playas. 
Las bombas quedaron lejos y pude escuchar por fin mi voz y el mar. 
Libertad y paz. 

Periodo prolongado de aprendizaje.
Y con el corazón sellado, y muchos escudos protegiendo mis 
fortalezas llegó esa tercera y última guerra...

La más inesperada, por ello la más inocente. 
Llegó como llega la niebla, suave, lento...
Pero con densidad y ceguera.
Una sensación de pureza invadió mis calles 
y mis escudos quedaron cada vez más deshechos. 

Vulnerable ante tal despliegue de recursos
mi búnker se hizo cada vez más pequeño,
casi imperceptible. 
Mis manos blancas no supieron 
si encender la luz, o coger más balas. 
Me desarmaron en el décimo asalto,
ese que con un beso me volvió a dejar sin armas, 
mis escudos no pudieron con ese nivel de dulzura.

Terciopelo es tu recuerdo.

Una guerra que pensaba ganada, asegurada, 
vallada y eterna. 
O eso creía. 

Mis latidos volvieron a florecer, las canciones a sonar 
y mi guerra ya no existía.
Solo tu tacto y mi voz. 
Y recordé la noche, las trincheras, el frío y mi oscuridad. 
Volví a construir escudos sin razón, por cada uno 
de mis puntos cardinales. 
Se apoderó de mi la locura.
Mientras tú...Inocente en tu trinchera 
recibías mis bombas de realidad, 
mis desgarradores relatos y juntabas las piezas 
para desactivar mis armas. 

Por un momento lo conseguiste y vivimos ese oasis de calma, 
amor valiente y besos que no se olvidan. 
Sin darnos cuenta empezamos a quemarnos, 
mi lava desbordó y nos atrincheramos entre humo, 
canciones, gritos, y dolor palpable. 

Mis calles se hundieron, mi casa se derrumbó tras un grito
y no dejamos de disparar, como dos ciegos
aterrados en medio del mar. 

Y siempre sabré que fui fundadora y culpable de aquel fuego. 
Sin saberlo, ni entenderlo...Ni entenderme. 

Sigo levantando mi bandera blanca 
ante tu inocencia, ante mi error. 
Ante tus manos aterciopeladas y el recuerdo. 
Siempre recuerdo. 

Procuro sanar las heridas y dejar bombas y armas. 
Procuro no tener más guerras, ni más batallas. 
Valentía reducida a momentos y esmeraldas. 
Corazones triunfantes entre banderas 
y colisiones brillantes.

Sigamos viviendo...Construyendo ciudades. 
Vuelve la luz a mis calles después de automutilarme.
La oscuridad me enseñó a apreciar la luz de mis guerras. 
Seguiré "batallando" bajo mi bandera blanca
y mis manos livianas. 

De toda guerra sale un mensaje claro, vidente y perpetuo. 
No dejaré de aprender. 
Por favor, no dejemos de aprender.