martes, 15 de noviembre de 2016

Cura

Asimilo y me recompongo al mismo tiempo en el que sufro y 
no dependo más que de un cuerpo que ya no existe, es fantasía.
Y se depende de la nada para poder sonreír una vez más con sinceridad.
Y tapando los agujeros y quitando el polvo sin más. 
Lloro a veces, otras no.
Me voy curtiendo con los años pero sigo sin comprender muchas cosas.
Y me duelen las entrañas si no puedo evitar la tragedia.
Se me saturan las arterias cuando no puedo decir todo 
lo que quiero, me hierve el alma cuando te alejas.

Y la distancia se hace más y más presente en mis días.
Como siempre, mi buena compañera decide no abandonarme.
La agonía indescriptible de esperar el día en que nos veamos,
en esperar que todo vaya bien, que no nos distraigan 
los sonidos externos, ni las miradas perdidas 
cuando se sellan los labios de dos amantes heridos.
Y sin retorno pasan los días y mi espera se alarga...

Curar mi alma, mi corazón y mis maneras.
Curar mis manos, mi cuerpo abandonado y mis suspiros con esa esencia.
Y los días siguen lentos mientras no me extrañas.
Mientras tus manos no piden las mías 
y tus labios no necesitan el oxigeno que los llenaba.

No existe en mí lo efímero.
Cuando se trata de amar, lo más oculto conforma 
la eternidad del sentimiento puro.
De la mirada sincera, de la confianza eterna de una cama 
compartida por dos cuerpos que sin más que un gesto,
 pueden crear cientos de universos.


[El juego de la escritura revive cada uno de los recuerdos para hacerlos brillar y dejarlos a buen recaudo entre el tiempo y las noches]

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