En la descripción escondida de tu cuerpo y el mío se ocultaba la verdad de
un pensamiento no escrito y de unas sensaciones más reales
que lo que las palabras podrían describir.
Y sin escondernos entre tantas sábanas, recuerdo la pureza de aquellos
últimos instantes en los que mi cuerpo no regalaba más que tacto.
Entrega y alma.
Y por recordar no soy más ni menos humana.
No siento más ni menos apego.
Solo un recuerdo.
Una sensación real encerrada en vivencias pasadas, sin más responsabilidad
que mantenerse en un cajón y salir alguna que
otra noche de luna llena... Para poder escribir
y saturar los puntos que me componen.
Y recordando voy pensando en todo lo que he vivido y lo que quizás queda por llegar.
Sin querer, espero con ansias el momento en el que pueda recordar
más allá de sus recuerdos y de sus palabras.
Y a pesar de todo el orgullo que siente mi piel al haberse entregado de esa manera, es gigantesco el fantasma y las sensaciones que me ocupan cuando visualizo nuestras manos.
La piel, el tacto, el aroma y la respiración.
Y todo llena mi habitación con un aura de paz, regalando esperanza a los días que vienen.
Todo lo demás se descarta entre tanto
recuerdo quemado, destrozado y vacío.
Un toque diferente, un amanecer sin palabras.
Y mi cuerpo se corrompe esperando el aullido desesperado de mi alma enferma,
que no pretende verte, que no busca la tortura más allá de tus labios...
Se cierran las puertas que permiten mi huída.
Y mi propia cabeza me desarma entre tantas barreras, entre tanto miedo
acumulado al alma que me complementaba.
Los acertijos que aún desconozco para tanta calma, me buscan sin respuesta.
Sin dejar de respirar me atengo a los días que no
harán más que curtirme, quizás mejorarme o quizás destruirme por completo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario