martes, 23 de agosto de 2016

1528

En la descripción escondida de tu cuerpo y el mío se ocultaba la verdad de 
un pensamiento no escrito y de unas sensaciones más reales 
que lo que las palabras podrían describir.

Y sin escondernos entre tantas sábanas,  recuerdo la pureza de aquellos
 últimos instantes en los que mi cuerpo no regalaba más que tacto.
Entrega y alma.
Y por recordar no soy más ni menos humana.
No siento más ni menos apego. 
Solo un recuerdo.

Una sensación real encerrada en vivencias pasadas, sin más responsabilidad 
que mantenerse en un cajón y salir alguna que 
otra noche de luna llena... Para poder escribir 
y saturar los puntos que me componen.

Y recordando voy pensando en todo lo que he vivido y lo que quizás queda por llegar.
Sin querer, espero con ansias el momento en el que pueda recordar 
más allá de sus recuerdos y de sus palabras.



Y a pesar de todo el orgullo que siente mi piel al haberse entregado de esa manera,  es gigantesco el fantasma y las sensaciones que me ocupan cuando visualizo nuestras manos.
La piel, el tacto, el aroma y la respiración.
Y todo llena mi habitación con un aura de paz, regalando esperanza a los días que vienen.
Todo lo demás se descarta entre tanto 
recuerdo quemado, destrozado y vacío.

Un toque diferente, un amanecer sin palabras.
Y mi cuerpo se corrompe esperando el aullido desesperado de mi alma enferma,
que no pretende verte, que no busca la tortura más allá de tus labios...

Se cierran las puertas que permiten mi huída.
Y mi propia cabeza me desarma entre tantas barreras, entre tanto miedo 
acumulado al alma que me complementaba.
Los acertijos que aún desconozco para tanta calma, me buscan sin respuesta.
Sin dejar de respirar me atengo a los días que no 
harán más que curtirme, quizás mejorarme o quizás destruirme por completo.

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