jueves, 25 de agosto de 2016

020



Se condensan en mi pecho las ganas de un amar distinto
y sin saber el destino no dejo de caminar para encontrarme.
Quizás, para no dejar de perderme ante el miedo incontenible de racionalizar el camino, el silencio y la condena.

Ciertas gotas caen...Y hacen que todos los demás sonidos sean desterrados.
Entre la tierra y el agua se crea tal conexión,  que no hace más
que presumir sus gracias ante nosotros...Simples mortales.
Capaces de registrar el momento por versos, palabras, miradas o melodías.
No somos más que observadores narrando una vida, somos aquel que anda, aquel que cae, aquel que respira y vive sin mirar el atardecer.

Y las ganas recorren mi cuerpo, la brisa humedece 
mis mejillas y mi frente sin peso, se eleva al estado tranquilo que me ha mecido entre sus brazos.
Relajada, sin más que escuchar el viento.
Se despedazan las sonrisas que regalo...Y suplico con mis labios
en voz baja, con el más limpio de los susurros, la libertad más pura.
La conciencia y el querer...

Creando así un puente entre la vida y la muerte.
Vida que no es más que aire, tierra, agua.
Muerte que no es más que un cuerpo vivo, que no para de morir, que no para de aprender, que no para de crear puentes para vivir en ese universo más pasivo, más entusiasta, más y más natural.

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