domingo, 24 de noviembre de 2013

Colapso.






Y en momentos como estos no tengo ganas de mover la cabeza, ni siquiera de organizar mi vida. 
Las etapas difíciles siempre se esperan a los mejores momentos para visitarme y 
confundir mi día a día.
No tengo tiempo para ocuparme de pensar y atribuir singnificado a mis sensaciones, 
no tengo ni ganas ni tiempo de entrar en mi mundo y de analizar cada cosa que he dejado pendiente.
Me he hecho adicta a vivir el día a día sin más, sin pensar en mucho más.
Sin sentir de más, ni echar de menos.
Es una manera fácil de vivir y también muy cobarde.
Pero me ha servido para no desperdiciar mi tiempo en reconstruir momentos y analizar acciones.

Solía pensar demasiado, extrañar demasiado y escribir las sensaciones vividas en cada segundo..

No quiero volver a eso, no tengo tiempo para ello, no volveré a ser  más sensible de lo que debo ser.
No puedo  permitirme ese lujo de soportar mis palabras internas día tras día.

Y.. ¿Cuál es la solución a todo esto ? 
No lo sé.
De tanto esperar ya no quedan soluciones ni caminos rectos.
Está todo hecho un desastre en mi universo interno.
Donde no hay ganas de más. 
Donde cada amanecer es más que suficiente.

Depara en mi una síntesis de perfectas sintonías en un placer eterno donde todo es tan sueve como aquella brisa cálida de miles de veranos. Sin tener que dañar, sin tener que hacer lo que nunca quise que ocurriese.

Paz.


Me he hecho experta en disfrazar sentimientos y en ocultar palabras dentro de otras.

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