La inactividad de un volcán no es algo fiable,
nunca se sabe cuando va a comenzar
cuando va a vibrar la tierra para dar paso
a una expansión de calor, de atmósferas,
de polvos y debilidad a la par que fuerza.
La inactividad no dice más que la espera
el momento pausado, el corazón palpitante
muy lento y quebradizo.
A la espera de la fuerza, de los elementos encontrados
la pasión alineada, los cuerpos entregados.
La furia contenida en dosis perfectas de coraje.
El paso ligero y la vergüenza escondida,
para acumular los vértices,
las raíces, el tacto y la piel.
Tras ser los mil estados llegar a ti...
Encontrar todas las normas que me aten
libremente a tu espalda
para poder estallar mil veces,
para ser los contrastes más
incómodos...La tormenta y el aire.
El fuego y las cenizas.
Encontrar nuestras raíces, deslizar la lengua
para difuminar la piel, una mirada
y un huracán.
La inactividad paciente reciente y hermosa,
inquietante, y quizás perpetua, la paz dormida.
El alma en la piel y corazón en los zapatos.
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