lunes, 5 de enero de 2015

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Podría enviarte poesía cada día, hasta que vuelvas.
Podría dedicarte una canción cada hora, de cada día, mientras no te tengo.

Podría no parar de pelearme contigo con tal de estar ahí, los dos, sin decir nada.

Podría respirar de tu aire durante horas, porque es todo el oxígeno que conozco.
Podría en cada verso repetir tu nombre, porque no hay mejor inspiración que la ausencia de tu calor, la ausencia de una piel. 
La que busco en el café de cada tarde, en cada calle en la que pretendo perderme.

Podría no dejar de escribirte, cada día sobre un tema distinto.

Sobre lo bien que me sientas y lo mal que me encuentro.
Quizás sobre la distancia, o el jodido tiempo que nos mantiene en espera cuando menos paciencia tenemos.
Vuelvo a cantarte, dibujarte y soñarte.
Podría imaginarme tus besos... esos cálidos y dulces que solo significaban el día, en mis días.

Y recopilaré todo lo que me recuerde a ti, guardaré bajo cada almohada todo lo que he escrito y 
todo lo que escribiré. 
Marcaré las canciones y tus dedos en mi piel, para cuando 
el tiempo se pare reproducir mi espera en versos, 
en palabras para el tiempo.


Eres esa ventana que siempre trae la brisa agradable.

Aunque a veces contenga tormenta, mis ojos resisten tus palabras, por ser...
por no dejar de serlo.

Te quiero porque aún dueles.
Aún dueles porque te quiero.

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